Tuve ocasión de conocer con cinco años al amor de mi vida, ese que tantas cosas me ha dado. He de decir que en un principio no era una relación muy íntima, pero que poco a poco fui enamorándome más locamente hasta el punto de que hoy daría cualquier cosa por mantener dicho amor. Con esos cinco años ya visitaba su casa muchos domingos, todos los que podía. Hoy, con 17 años, tengo que decir que sigo haciéndolo. De hecho, sigo manteniendo el mismo ritual, el mismo que la primera vez que lo visité. Me bajo a Madrid en coche con mi padre, aparcamos y buscamos una entrada de metro. Al entrar en el subsuelo de Madrid es cuando me empieza a latir más fuertemente el corazón, nos vamos acercando a su casa. Es fácil reconocerlo, pues la gente va gritando su nombre cada vez con más intensidad.
Por fin llegamos, se me ponen los pelos de punta al ver que tengo justo delante a toda su familia, que también es mi familia... nos disponemos a entrar en su casa, que también es mía desde que le juré amor eterno. Nos adentramos un día más en el Santiago Bernabeu a dejarnos garganta, corazón y alma animando a nuestro equipo: el Real Madrid CF.
Rafael I.
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